Por qué llamamos «Maestro» a Chicho

Nos ha dejado un gran maestro, Chicho Ibáñez Serrador, quien será recordado como creador. Su obcecada insistencia en el entretenimiento del espectador, su vehemencia y su genio han calado hondo en la memoria de incontables generaciones conectando directamente con sus emotivos recuerdos de tiempos pasados.

En mi caso fue en la infancia cuando descubrí el celebérrimo Un, dos, tres… responda otra vez y alguna de las reposiciones de la serie Historias para no dormir. Más adelante, cuando tuve edad suficiente para poder ver terror, me fascinó su faceta como director de cine.

Es muy probable que este mismo recorrido por su trabajo lo hicieran muchos de los directores que hoy en día tienen en sus manos proyectos cinematográficos de talla internacional. De hecho, en la pasada edición del Festival de Cine Europeo Fantástico de Murcia (C-FEM), coincidí con Jaume Balagueró, él en calidad de homenajeado y yo como cortometrajista invitada, y, sin conocernos de nada, surgió un tema en común: Chicho Ibáñez Serrador. Él me contaba cómo disfrutaba las veladas de preproducción y reuniones para el rodaje de las tv movies que conformaron las Películas para no dormir y yo no podía dejar de envidiarle por haber podido compartir eso con el maestro.

¿Por qué es un maestro?

Porque su legado traspasa lo meramente creativo. Fue un artista pluridisciplinar que tocó el teatro, los exitosos y vanguardistas programas televisión, el cine de terror e, incluso, la radio. Este amplio abanico, y la manera de abordarlo, es lo que le ha hecho mantenerse en los corazones de todos los que hemos disfrutado de su arte. Muchos nos hemos empapado de su buen hacer para nuestras propias creaciones.

Buen ejemplo de ello fue esa imagen que nos dejó la última gala de los Premios Goya, en donde el propio Balagueró, junto a Paco Plaza, Juan Carlos Fresnadillo, Nacho Vigalondo, Álex de la Iglesia, Rodrigo Cortés, Juan Antonio Bayona o Alejandro Amenábar, aparecieron en el escenario para rendir el merecido homenaje al maestro en la entrega de su Goya de Honor, su último gran reconocimiento artístico.

Es momento de hacer un somero repaso de las principales áreas artísticas en las que destacó.

Actor y director de teatro

Sus antecedentes teatrales y familiares y sus aficiones prematuras a la literatura hacen que debute de manera profesional el 1951 como actor en la obra Filomena Marturano, de Eduardo Filippo, en el papel de Humberto. Con tan solo diecisiete años escribe su primera obra: Aprobado en castidad (titulada en España, por problemas de censura, Aprobado en inocencia). Tras una larga trayectoria como actor, se inicia como director adaptando El zoo de cristal, de Tennesse Williams.

Jamás abandonará este medio, en el que creció, gracias a la influencia de sus padres, los actores Narciso Ibáñez Menta y Pepita Serrador.

Genio de la televisión

Es su faceta más conocida. Antes de conquistar la pequeña pantalla española comenzó como guionista en la televisión argentina, hasta que le dieron la oportunidad de ser realizador de programas. Se forjó tal fama que incluso Margarita Xirgú, a quien le unía una gran amistad, aceptó trabajar con él en televisión, en la adaptación de La casa de Bernarda Alba, que llevó a cabo el propio Chicho.

En esta época ya comenzaba a adaptar obras de Guy de Maupassant, Robert Louis Stevenson o Gaston Leroux, precedente de esas Historias para no dormir con las que triunfó en España. La carrera en Televisión Española es de sobra conocida y todos recordamos sus concursos televisivos y divulgativos. Su peculiar visión del entretenimiento como camino para educar a los espectadores/oyentes/lectores nos dejó programas como Waku Waku o Hablemos de sexo, en donde la diversión no estaba reñida con el saber.

Director de cine

Como ya había contado en este artículo, por sorprendente que parezca, aún hay quien desconoce su faceta como director de cine, una de las menos prolíficas, pero, sin duda, de las más brillantes como creador, tan fulgurante e intensa que su influencia perdurará en futuras generaciones de cineastas de género de terror.

De hecho, gracias a su buen hacer, es una figura clave para reivindicar y dignificar esa época del cine español, tan incomprendida y denostada como desconocida, de los años 70 en donde la producción de películas de terror fue tan alta que se conoce como la “Edad de oro” del cine fantástico-terrorífico español.

Voz de la radio

Si la etapa de cineasta es poco conocida, aún lo es más la de la radio. Historias para imaginar comenzó su emisión en Radio Nacional de España en 1974 y terminó en 1976, manteniendo su adscripción al terror y al suspense. Se emitía las noches de los domingos como episodios independientes, sin continuidad, excepto la adaptación de El fantasma de la ópera, de Gaston Leroux, que duró siete episodios. Él mismo dirigía y realizaba los guiones, en su mayoría adaptaciones de todos esos autores que le acompañaron durante toda su vida.

Con 83 años nos ha dejado un gran creador, de quien quedará su legado artístico. Gracias, Maestro, seguiremos recordándote.

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