El subnopop y Ojete Calor se afianzan como primera fuerza política en Madrid

Existen dos formas de decir las verdades, de forma directa, sin paliativos, o con azúcar, como cantaba Mary Poppins. Esta última es la forma elegida por Ojete Calor, aunque, por mucho azúcar que quieras utilizar, siguen siendo verdades, cuando te las quedas pensando en frío, pero el mensaje cala de forma mucho más profunda, sin duda. Inmersos en plena jornada de reflexión electoral, nos regalaron el respiro que necesitábamos

Los bardos del subnopop han conseguido que 4000 personas coreen sus letras, dos llenazos de La Riviera en pleno puente madrileño, toda una hazaña para dos tipos de mediana edad que aparecen, uno con pantalón naranja fosforito corto y otro con vestido de noche, que no llevan banda, que no suenan ni cantan bien, otro ejemplo más de que el talento va más allá de la estética y la dictadura de “lo bonito”.

En la época de la piel fina y la ofensa latente, los Ojete Calor son unos aguerridos luchadores contra viento y marea, y espero que sigan así muchos años, ya que siempre son necesarios aquellos que se oponen a lo políticamente correcto y utilizar el humor como espita para hacernos pensar.

Comenzaron saltando al vacío, casi literalmente, pues su primera canción fue “Amiga en las estrellas”, en donde Carlos aparecía solo en el escenario, explicando la muerte accidental por “balconing” de Aníbal, quien, a modo de ángel resucitado, bajaba de las alturas con dos enormes alitas a sus espaldas. Gran comienzo.

Los cameos empiezan a ser ya habituales en sus conciertos, todo el mundo quiere cantar con ellos sus canciones, si el viernes pusieron la guinda Yola Berrocal o Santiago Segura, el sábado comenzaron con Antonio Resines, su cuerpo de baile, a la altura de su talento vocal armónico… Pero muy acorde con el espectáculo. Repitieron Lorena Castell y Joaquín Reyes, pero Yola fue sustituida por Loles León y Santiago por Hugo Silva. Las lanchas también comienzan a convertirse en parte fundamental de su espectáculo, esperemos que no hubiera entre el público ningún votante de VOX para que no infartara con tanta zodiac a su alrededor.

Se permitieron el lujo de versionar “Agapimú”, contextualizándolo como una forma de ilustrar los orígenes del subnopop a través de canciones de una de sus pioneras, Ana Belén. Tampoco faltó “Bailar pegados”, coreado por todo el público… al final todos vamos a ser fans de Eurovisión (por cierto, desde aquí apoyamos la idea de que Ojete Calor representen a España en tan magno concurso televisivo) y Sergio Dalma, no finjáis.

La sorpresa llego tras el despliegue de sus jingles (“Teleinformación”, “La bebida refrescante” o “La supermerienda”) en un formato Unplugged que nadie había pedido, la Filermonguer Orquesta desplegaba todo su arte sinfónico para deleitarnos con una maravillosa versión de “Tonta Gilipó”, que recuperaron en su versión original para cerrar el concierto, disfrazados de luciérnagas, no sin antes habernos mandado a nuestros hogares con “Vete a tu casa”.

Ojete calor son más que una banda, más que un grupo que hace temas propios y versiones, son un concepto de humor corrosivo y música, con letras elaboradas y melodías pegadizas, unido a un sentido del espectáculo y sentido del ritmo envidables. Nos alegra tanto que decidieran volver tras haber disuelto el grupo, hace ya tiempo, que hasta les perdonamos que no cantaran “Madrid, Bilbao, Bollo”.

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